En menos de 200 años, los estados han destruido un 70% de nuestro territorio


· Cerca de tres millones de mapuches viven en territorio argentino y medio millón en Chile. Durante 12.000 años han vivido en perfecta armonía con la naturaleza. Precisamente, ayer se celebró el Día Mundial de la Tierra, una tierra amenazada por «esta sociedad de consumo», denuncia Moira Millán.


En la actualidad reside en la comunidad mapuche de Pillán Mahuiza en Argentina, pero procede de la ciudad.


¿Como fue ese procesode adaptación?


Se fue gestando lentamente en mi interior, espíritu y conciencia. Llevaba unos ocho años participando en una organización mapuche en la ciudad. Descubrí que gente de la tierra se es en la tierra y que en la ciudad una tiene cercenada la posibilidad de desarrollarse plenamente como mapuche, porque necesitas tus espacios sagrados y en la ciudad no los hay. Necesitas relacionarte con el entorno natural para entender la filosofía e, incluso, el idioma, el mapudungun; mapu significa tierra y dungun, habla; o sea, «el habla de la tierra».


Hace ocho años, decidí ir a vivir al campo, a un lugar de bosques y ríos muy bonito. Para ello, los mapuches tenemos que recuperar la tierra y no importa si en la actualidad está en manos de agentes privados o del Estado.


¿Cómo es la vida en una comunidad mapuche?


Muy sencilla. No hay necesidad de acumular artefactos electrodomésticos y la percepción de estar bien es muy diferente a la del bienestar. Hay otros tiempos y ritmos. Cualquier trabajo que se realice genera una posibilidad de introspección, de pensarse hacia dentro, algo que no te permite la ciudad. Te genera capacidades para mejorar tu calidad de vida de acuerdo con la naturaleza. Yo, por ejemplo, vivo muy aislada. Nuestra comunidad está a 10 kilómetros del pueblo más cercano y a 100 kilómetros de la ciudad. Si algo se rompe en casa, no se puede ir a comprarlo a 100 kilómetros. Entonces, vas generando tecnología más autónoma, resolviendo las cosas en el día a día. La gran diferencia es que una tiene control de su tiempo y decide qué quiere hacer en el día a día. No tiene que andar corriendo en función del tiempo de otros.

La tierra es un elemento sagrado para ustedes. Pero esa misma tierra se está viendo amenazada por las transnacionales y las minas de oro.


La situación es muy crítica porque las transnacionales entraron en nuestro territorio con muchas garantías por parte de los estados chileno y argentino. Se criminaliza nuestra lucha y ninguno de los estados garantiza la preservación de nuestro entorno natural. La tierra es fundamental porque es nuestro espacio identitario, un espacio sagrado que está en manos de las corporaciones. Las minerías quieren dinamitar las montañas para sacar el oro; las petroleras provocan derrames y contaminación. En Patagonia quieren construir seis represas que inundarán 11.000 hectáreas.


El problema es que, por más que tengamos la fuerza política a través de las movilizaciones de presionar a los gobiernos para que retrocedan, la inseguridad sobre nuestra vida está latente todo el tiempo porque, mientras haya gente que compre oro, habrá minerías. La que determina la destrucción de la naturaleza es esta sociedad de consumo.


¿Cómo hacen frente a esta constante amenaza?


Generando alianzas con los distintos sectores sociales, haciendo visible el conflicto y por medio de la autodefensa. Estamos muy preocupados por la aprobación de la «ley antiterrorista» en Argentina, que nos hace vulnerables en cuanto a la posibilidad de movilización. Un párrafo de esta ley dice que «cualquier acción que obstaculice el normal desarrollo de una empresa legalmente autorizada se considerará un acto terrorista».

Acaba de mencionar la necesidad de «visibilizar» el conflicto, oculto por gran parte de los medios argentinos y chilenos.


Están absolutamente manipulados por las corporaciones asesinas. Siempre quieren desprestigiarnos y dejarnos mal parados. Pero un sector de la sociedad sabe que durante 12.000 años el pueblo mapuche cuidó la naturaleza y que, en menos de 200 años, tanto el Estado argentino como el chileno han destruido por lo menos un 70% de nuestro territorio. Es una cuestión de saber discernir quién dice la verdad y quién no. Además, los únicos muertos son mapuches.


El acceso a una educación propia es otro de los objetivos que persiguen como garante de la continuidad de su cultura. Por ello, intentaron poner en marcha la primera Escuela Autónoma Mapuche y Campesina.


Pero no la pudimos mantener porque hay cero apoyo por parte del Estado argentino, que es sumamente racista. Todas las iniciativas del pueblo mapuche para recuperar su mapudungun y su percepción de la educación son proyectos voluntarios. Nos cuesta mucho sostenerlos en el tiempo porque las comunidades están absolutamente empobrecidas. Es algo irónico porque en uno de los territorios más ricos del país, como es Patagonia, están las comunidades más pobres del país.


Del territorio mapuche sale el 65% del consumo de gas y el 45% del de petróleo. Sin embargo, ninguno de los gobiernos destina parte de estos beneficios a un proceso de fortalecimiento identitario de nuestro pueblo. El tema de la escuela quedó en suspenso por falta de recursos. Nuestro mapudungun estará en vías de extinción si no generamos espacios de transmisión del idioma y de nuestra historia.


Durante siglos, los pueblos originarios han luchado por mantener su identidad.


Primero, hubo un intento de exterminio por parte del Estado con «la campaña del desierto»; en Chile se llamó «la pacificación de la Araucanía». Siempre ha habido una estigmatización muy fuerte contra nosotros. Nos han presentado como «salvajes, borrachos, vagos, sin valores». Sin embargo, guardamos en nuestra memoria que tuvimos grandes guerreros y guerreras; que durante 12.000 años hemos conservado nuestro territorio en convivencia armónica con la naturaleza; que teníamos artes profundas y espirituales; que teníamos un orden político efectivo; que no teníamos el conflicto en las relaciones de género.

Esa recuperación de la memoria e historia de nuestro pueblo hoy nos dignifica, y nos paramos frente al invasor y la cultura dominante desde otro lugar. No tenemos que ir pidiendo disculpas por tener este rostro, color de piel y de pelo, que corresponden a la naturaleza mapuche. Nuestra pobreza es consecuencia de un proceso histórico de despojo y exterminio, cuyos únicos responsables son los estados genocidas.


Así podemos hablar de muchos otros aspectos, Hay, por ejemplo, un creciente feminicidio globalizado que tiene que ver con el lento asesinato de la naturaleza femenina. La agresión física y sicológica no sólo viene por parte de maridos violentos; viene de una sociedad violenta que nos agrede todo el tiempo generando estereotipos de belleza inalcanzable que violentan la diversidad racial y corporal, y crean nuevas enfermedades como la anorexia o la bulimia.


Estos estados opresores no sólo se propusieron hegemonizar una cultura, un idioma y el poder sobre un territorio, sino que quieren reproducir hegemonías de cuerpo e, incluso, de lo que comemos porque cada vez hay menos diversidad; te ponen una sola variedad, justamente, la que ha monopolizado la corporación que tiene el control de las semillas. Ni siquiera podemos decidir qué comer. Y a eso le llaman bienestar.


Fuente: gara.net

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